martes, 28 de septiembre de 2010

Una carta desde Venecia

En agosto de 1818, recién llegado a Venecia, el poeta Shelley le escribe a su esposa Mary, que se ha quedado en Bagni di Lucca con los hijitos de ambos.

A la SEÑORA SHELLEY (BAGNI DI LUCCA).

Venecia, domingo por la mañana.

MI QUERIDA MARY,

Llegamos aquí anoche a las 12, y ahora es el momento antes del desayuno de la mañana siguiente. Por supuesto, no puedo decirte nada del futuro; y, aunque no cerraré esta carta hasta que sea la hora de enviar correo, no sé exactamente cuándo será eso. Pero, si estás muy impaciente, mira a lo largo de esta carta y verás otra fecha, en la que tal vez tenga algo para contar.

Vine aquí desde Padua en góndola, y el gondolero, entre otras cosas y sin que yo hubiera dicho nada, empezó a hablar de Lord Byron. Dijo que era un giovinotto inglese, con un nome stravagante, que vivía muy lujosamente y gastaba grandes sumas de dinero. Este hombre, según parece, fue uno de los gondoleros de Lord B. En cuanto llegamos a la posada, el mozo empezó a hablar de él—dijo que iba muy seguido a las conversazioni [tertulias] de la señora H.

Nuestro viaje de Florencia a Padua no tuvo nada que no te pueda contar en otra ocasión. En Padua, como te dije, tomamos una góndola—y salimos a las 3. Estas góndolas son los botes más hermosos y prácticos del mundo. Están bellamente alfombradas y amuebladas en negro, y pintadas de negro. Los asientos en los que uno se recuesta son extraordinariamente suaves, y tan bien hechos que son lo más cómodo para recostarse o sentarse. Las ventanas pueden tener, a gusto de cada uno, láminas de vidrio floreado venecianas, persianas venecianas o persianas de tela negra para tapar la vista. El tiempo aquí está muy frío—de hecho, a veces es cruel, y ayer empezó a llover. Cruzamos la laguna en mitad de la noche en una violentísima tormenta de viento, lluvia y relámpagos. Fue muy curioso observar los elementos en tan tremenda convulsión, y la superficie del agua casi calma; porque estas lagunas, aunque tienen un diámetro de cinco millas, espacio suficiente para hundir una góndola en una tormenta, son tan poco profundas que los barqueros las impulsan con una pértiga. El agua de mar, furiosamente agitada por el viento, brillaba con destellos estrellados. Venecia, por momentos oculta y luego revelada por la lluvia torrencial, brillaba opacamente con sus luces. En todo momento estuvimos seguros y cómodos. Bueno, adiós, mi querida: como dice la señorita Byron, retomaré la pluma por la noche.


Domingo de madrugada, 5 de la mañana.

Bueno, intentaré contarte todo en orden.

A las tres, fui a visitar a Lord Byron: quedó encantado de verme.

Me llevó en su góndola a través de la laguna a una larga isla arenosa, que defiende a Venecia del Adriático. Cuando desembarcamos, encontramos sus caballos esperándonos, y cabalgamos a lo largo de las arenas del mar, hablando. Nuestra conversación consistió en historias de sus sentimientos heridos, preguntas sobre mis asuntos y grandes expresiones de su amistad y aprecio hacia mí. Dijo que si él hubiera estado en Inglaterra al tiempo del juicio [por el cual se le quitó a Shelley la patria potestad sobre los hijos de su primer matrimonio], habría movido cielo y tierra para evitar tal decisión. Hablamos de temas literarios, de su Cuarto Canto [de “La peregrinación de Childe Harold”, poema narrativo de Byron], que, según dice, es muy bueno, y de hecho me repitió algunas estrofas de gran energía. Cuando volvimos a su palacio, el cual,

* * * (Aquí la carta está rota.)

Los Hoppner [el cónsul británico en Venecia y su esposa] son la gente más afable que yo haya conocido. Se quieren mucho, y tienen un lindo bebito de siete meses. El Sr. H. pinta maravillosamente, y esta excursión, que acaba de postergar, era una expedición a los Alpes Julianos, en esta zona—para bosquejar, para hacer algo en invierno. Tiene sólo dos semanas de vacaciones, y ha sacrificado dos días de ellas por desconocidos a quienes nunca vio antes. La Sra. H. tiene ojos color avellana y una apariencia dulce.

(Papel roto.)

Bueno, pero el tiempo apremia; ahora voy al banco para enviarte dinero para el viaje, que te giraré al correo de Florencia. Por favor ven inmediatamente a Este, donde esperaré tu llegada con la mayor ansiedad. Puedes empacar en cuanto recibas esta carta, y usar el día siguiente para eso. Al otro día, levántate a las cuatro y ve en coche de postas a Lucca, donde llegarás a las seis. Luego tómate un vetturino [coche de alquiler] a Florencia, para llegar esa misma noche. De Florencia hasta Este hay un viaje de tres días en vetturino—y no creo que puedas hacerlo más rápido en coche de postas. Haz que Paolo [el sirviente] te lleve a posadas buenas, porque nosotros encontramos algunas malísimas, y por favor evita la de Tre Mori en Bolonia, perchè vi sono cose inespressibili nei letti [porque hay cosas que no se pueden ni mencionar en las camas – sin duda chinches o pulgas]. No creo que puedas, pero intenta llegar de Florencia a Bolonia en un día. No tomes el coche de postas, porque no es mucho más rápido y sí muy caro. Me he visto obligado a decidir todo esto sin ti: he tratado de hacer lo mejor – y, mi Mary adorada, debes venir pronto y retarme si he actuado mal, y besarme si he actuado bien—porque te juro que no sé—y sólo el resultado lo demostrará. Al menos nos habremos ahorrado el problema de las presentaciones, y he conocido a una dama que es tan buena, tan hermosa, tan angélicamente dulce, que si fuera igual de sensata, sería una verdadera ***. Sus ojos son como un reflejo de los tuyos. Sus modales son como los tuyos cuando conoces y aprecias a una persona.

¿Sabes, amor, cómo se escribió esta carta? Por trocitos y retazos, interrumpida a cada minuto. Ahora ha llegado la góndola para llevarme al banco. Este es un lugar pequeño, y la casa se encuentra sin dificultad. Contaré cuatro días para estar carta, un día para empacar y cuatro para llegar aquí—y al noveno o décimo día estaremos juntos.

Es muy tarde para el correo—pero mando un expreso para que lo alcance. Adjunto una orden por cincuenta libras. ¡Si supieras todo lo que tuve que hacer!—

Amor querido, que estés bien, que seas feliz, que vengas a mí—confía en tu fiel y afectuoso

P. B. S.

Dale besos de mi parte a mis chiquitos de ojos azules, y no dejes que William me olvide. Clara no se acuerda de mí.

Traducción: Laura Chalar