domingo, 10 de octubre de 2010

La pila junto a mi mesa de luz

Periódicamente soy intimada a remover, o al menos ordenar, la creciente pila de libros que avanza desde el suelo en sentido vertical, perpendicular a mi cama, paralelo a mi mesa de luz. La mayoría no han sido empezados, aunque algunos registran algún grado de avance. Todos me motivan, y su presencia en la pila indica mi plan de abordarlos en un futuro cercano. Como una vivienda a la que se agregan sucesivos pisos sin demasiada planificación ni control, la pila asciende. Es tenaz y resiliente. Con frecuencia, algún pie inadvertido da por tierra con la precaria torre, que se reconstruye, acto seguido, en un orden no siempre igual al de la original. A veces (como ahora), una pila muy alta se subdivide en varias más pequeñas. Lo que sigue es una descripción anatómica de la pila más cercana a mi cama, tal como se encuentra hoy, domingo 10 de octubre de 2010, a las 15.40 horas aproximadamente.

Uno ya empezado: Un banderín más en el equipaje, la crónica (¿real o ficticia?) de una cacería trasnacional de banderines de fútbol, en escenarios tan dispares como Ámsterdam y La Habana. El narrador, coleccionista de banderines, cae bien pronto en la cuenta de que el inglés, idioma universal de las comunicaciones, no ofrece una traducción satisfactoria para el objeto de su obsesión. Prepara entonces una pequeña frase explicativa (“it is a small flag, like a triangle”), que será pronunciada muchas veces –con distintos niveles de desesperación– en recónditas callejuelas de ciudades desconocidas, frente a personajes algunas veces solidarios y otras hostiles, mientras corren los minutos y su avión se acerca invariablemente a su hora de partida. Sica tiene buen ojo para caracterizar personas y lugares, y su mirada de forastero nunca es la de un turista de excursión. Un libro interesante para quienes, meses después, todavía sentimos un rescoldo de fervor celeste entibiándonos el pecho.

Hace tiempo que tengo ganas de leer narrativa distópica. La última fue, si no me equivoco, Nunca me abandones, de Ishiguro. Por eso me interesa Fabril, la novela con la que Horacio Cavallo ganó los Fondos Concursables en el 2009. Las dedicatorias son a menudo lo primero que miro en un libro, y la de éste me intriga: el legendario Ned Ludd y sus colegas destructores de telares, así como los ex compañeros de trabajo del autor en distintas empresas y “los explotados de siempre”. Todo apunta a una anti-utopía industrial, y, si las obras anteriores de Horacio sirven como indicio, probablemente tengamos acá una buena lectura.

Éste me sedujo con el título. Que las cosas fabriquen sus finales es un delgado volumen de poesía, con una tapa muy linda, que, abierto al azar, entrega estas líneas: “La aguja del rosal, la de la cerda, la de coser calceta, / la del pino / la aguja del pajar (…) un pequeño sostén, / una amatista en líquidos, canelas y tabacos // las agujas, tus álamos / piedralma la sombría y transparente / diente roto”. Me esperan sin duda otros hallazgos. Vuelvo a creer en mi serendipia.

Debajo de María está Jane. Buenas noticias para todos aquellos que sufren porque no les quedan más novelas de Jane Austen para leer: ¡no está todo perdido! Bajo el título de Selected Letters, la Oxford University Press ha editado buena parte de la correspondencia de la reina de las comedias de costumbres. No veo la hora de sumergirme en su escritura irónica y amena, en su mundo de remedios caseros, visitas en el vecindario y vacaciones en Bath. “Pequeñeces sin duda, pero muy importantes”, como decía la propia Jane refiriéndose a los temas que trata en sus cartas.

La tapa de mi nueva edición de los Complete Poems de Andrew Marvell luce la imagen inmortalizada (risible para nuestros tiempos) del Jardinero Real de Carlos II de Inglaterra, el aptamente llamado Mr. Rose, entregando a Su Majestad el primer ananá cultivado en suelo inglés. Detrás del ansioso jardinero arrodillado se extiende un impactante jardín formal, con una de las suntuosas residencias del monarca como fondo. La compleja riqueza del paisaje, lleno de ocultos significantes, es una válida representación de la intensidad de Marvell, el hombre que intentó convencer a su amada de que se le entregara advirtiéndole que, de lo contrario, “los gusanos [probarían] / esa largamente preservada virginidad”.

“Quisiera ver lo que verán los que vivan cuando Montevideo tenga un millón de habitantes”, dicen que dijo el poeta Zorrilla de San Martín. Y, a la inversa, la visión de los que nos precedieron siempre resulta fascinante. En 1888, Edward Bellamy trató de imaginar cómo sería Estados Unidos en el año 2000. En Looking Backward 2000 – 1887, un aristócrata del Boston de fines del s. XIX entra en un sueño hipnótico y despierta en nuestra época. Será mi primera incursión en la ciencia ficción desde que leí unos cuentos de J. G. Ballard hace ya un par de años.

El último libro en la pila es el mío. Mío en el sentido de escrito por mí. Me gusta, cada tanto, releer mis propios libros. Por qué los poetas ingleses quieren morir en Italia, una colección de microtextos (poesía y prosa),ya se encuentra en La Licorne, La Lupa, Pasionaria y varias otras librerías de Montevideo. Obviamente, no me corresponde a mí reseñarlo. Por eso, simplemente constato su presencia en la pila.

La pila en ficha

Un banderín más en el equipaje, de Martín Sica (Estuario, 2010)
Fabril, de Horacio Cavallo (Trilce, 2010)
Que las cosas fabriquen sus finales, de María Gravina (Estuario, 2010)
Selected Letters (cartas escogidas), de Jane Austen (Oxford World’s Classics, 2004)
The Complete Poems (poesía completa), de Andrew Marvell (Penguin Classics, 1996)
Looking Backward [mirando hacia atrás] 2000 – 1887, de Edward Bellamy (Oxford World’s Classics, 2007)
Por qué los poetas ingleses quieren morir en Italia, de Laura Chalar (En el aura del sauce, 2010)