sábado, 7 de agosto de 2010

Abuelito dime tú...

Después de ser juzgado y condenado a prisión por 'gross indecency' (indecencia grave o, mejor aun, atentado a la moral pública) en mayo de 1895, Oscar Wilde no volvió a ver a sus hijos, Cyril, de 9 años, y Vyvyan, de 8. Para protegerlos del escándalo, su madre les cambió el apellido por el de Holland, y no permitió un reencuentro con el padre cuando éste salió de la cárcel dos años después. Cyril moriría joven, en la Primera Guerra Mundial, mientras que Vyvyan alcanzó una avanzada edad.

El único hijo de Vyvyan, Merlin Holland, es a su vez el único nieto de Oscar Wilde, y ha asumido el rol de curador y editor de la obra de su abuelo.

Producto de este trabajo de amor y respeto es la selección de cartas de Oscar Wilde titulada 'Oscar Wilde: a Life in Letters', que nos muestra las mejores y peores facetas del irlandés: del lado 'soleado', el ingenio que lo hizo famoso en los círculos de la alta sociedad, la agudeza de su crítica social, el zenit de una inteligencia brillante; en el lado oscuro, su egoísmo e ingratitud para con los pocos amigos que, en el trance más amargo de su vida, siguieron a su lado e intentaron ayudarlo en lo espiritual y en lo económico. A través de las cartas, seguimos a Wilde desde su adolescencia hasta las puertas de la muerte, que lo alcanzó, destrozado por las humillaciones y las pérdidas, a los 46 años de edad.

Merlin Holland también ha publicado una transcripción de las audiencias del primero de los juicios que sellaron el destino de Wilde. Lo que comenzó como un proceso por difamación contra el padre de su amante, que lo había tildado de 'sodomita', se convirtió rápidamente en un juicio contra el propio Wilde. El promotor del proceso se transformó en acusado, y a las actuaciones por él instigadas contra el Marqués de Queensberry seguirían otras donde él mismo se vería en el banquillo. En 'The Real Trial of Oscar Wilde', el nieto del escritor nos hace entrar de lleno en la sala de audiencias de un tribunal victoriano, donde aun las más privadas acciones de las personas estaban sujetas a la autoridad del magistrado.

Más de cien años después de redactadas, las cartas de Wilde nos traen al escritor en toda su inteligencia y complejidad, y las actas del proceso que inició de modo tan imprudente nos trazan vertiginosamente el trágico arco de su caída.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ocasionalmente me pregunto si Wilde buscó un destino que lo pusiera a prueba hasta más allá de lo imaginable, a la medida de su genialidad. Y sé que no es esa la explicación de su tragedia.