
Uno de los temas que más interesaba al marqués de Sade (y no sólo en el plano teórico) era la corrupción de la inocencia. Ese es uno de los varios temas que toca en su novela corta --o cuento largo-- 'Ernestine' (1791), donde dos depravados, el conde de Oxtiern y la viuda Scholtz, se dedican a arruinarle la vida a una pareja de novios, Ernestine y Herman. El conde desea a Ernestine, la viuda a Herman. De ahí a unir esfuerzos para vengarse de los desaires sufridos hay apenas un paso.
La oposición de una dupla de inmorales versus una de jóvenes puros recuerda al enfrentamiento del binomio Valmont-Merteuil contra los enamorados Cécile y Danceny en 'Las relaciones peligrosas' de Laclos, libro que seguramente Sade había leído. Pero aquí, a diferencia de en 'Las relaciones...', los muchachos son tan inocentes que por momentos parecen tontos: uno tiene ganas de sacudirlos y explicarles que --para utilizar una expresión que a Sade le hubiera gustado-- están en el horno.

Estamos frente a una mezcla de relato gótico y novela libertina. De lo primero tenemos los héroes castos, el villano siniestro, un palacio oscuro, quizá incluso el escenario surrealista de una mina de hierro que es una ciudad bajo la ciudad, con sus 'calles, casas, templos, posadas ... policía y jueces' (descripción que Sade, que nunca había estado en Suecia, tomó de relatos de viajeros repetidos por el abate Prévost, que tampoco había ido). De la novela libertina tenemos el argumento clásico de la depravación en lucha permanente con la virtud.
Los diálogos, todo hay que decirlo, son acartonados y una pizca melodramáticos. Ernestine, recién violada por Oxtiern, le asegura que no lo denunciará: '¡Oh, no! Este es el tipo de afrenta por la cual una mujer jamás debe reclamar... no podría hacerlo sin envilecerse a sí misma, y confesiones que la obligarían a sonrojarse perturbarían mucho más su pudor de lo que las reparaciones que recibiera satisfarían su venganza...' Pero, a pesar de esto, la novela es de lectura rápida y entretenida... de verano, podría decirse, aunque transcurre en la gélida Suecia.
Pese a ser obra de un autor recordado más que nada por sus relatos pornográficos, 'Ernestine' es apta para todo público (o casi). No hay aquí ninguna de las descripciones casi científicas de actos perversos que encontramos en otros de sus relatos. Apenas una escena de 'acceso carnal', que se relata en forma elíptica y ocupa apenas un párrafo. Lo que sí hay, y es mucho más interesante, es un planteo inusual de Sade acerca de la reparación de los delitos y la rehabilitación de los delincuentes y antisociales. En el tratamiento que recibe el conde de Oxtiern por parte de quienes dispensan justicia resuenan ecos de las ideas del principal reformador penal del Iluminismo, Cesare Beccaria, cuya obra clave, 'De los delitos y de las penas', había aparecido en 1764 y fue sin duda conocida por Sade. El marqués claramente piensa que la pena de muerte no brinda satisfacción a las víctimas ni castigo adecuado a los delincuentes --- y, además, que priva a la sociedad de los beneficios que podría derivar de la rehabilitación de estos últimos. También tiene bastante para decir sobre el perdón y su función terapéutica, renovadora y restauradora.
No será Disney, pero tampoco es el Sade hard-core: es un Sade distinto, que se aleja de la actividad copulativa de sus protagonistas para plantear cuestiones éticas y sociales que mantienen su vigencia.
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