
Uno ya empezado: Un banderín más en el equipaje, la crónica (¿real o ficticia?) de una cacería trasnacional de banderines de fútbol, en escenarios tan dispares como Ámsterdam y La Habana.

Hace tiempo que tengo ganas de leer narrativa distópica. La última fue, si no me equivoco, Nunca me abandones, de Ishiguro. Por eso me interesa Fabril, la novela con la que Horacio Cavallo ganó los Fondos Concursables en el 2009. Las dedicatorias son a menudo lo primero que miro en un libro, y la de éste me intriga: el legendario Ned Ludd y sus colegas destructores de telares, así como los ex compañeros de trabajo del autor en distintas empresas y “los explotados de siempre”. Todo apunta a una anti-utopía industrial, y, si las obras anteriores de Horacio sirven como indicio, probablemente tengamos acá una buena lectura.
Éste me sedujo con el título. Que las cosas fabriquen sus finales es un delgado volumen de poesía, con una tapa muy linda, que, abierto al azar, entrega estas líneas: “La aguja del rosal, la de la cerda, la de coser calceta, / la del pino / la aguja del pajar (…) un pequeño sostén, / una amatista en líquidos, canelas y tabacos // las agujas, tus álamos / piedralma la sombría y transparente / diente roto”. Me esperan sin duda otros hallazgos. Vuelvo a creer en mi serendipia.

La tapa de mi nueva edición de los Complete Poems de Andrew Marvell luce la imagen inmortalizada (risible para nuestros tiempos) del Jardinero Real de Carlos II de Inglaterra, el aptamente llamado Mr. Rose, entregando a Su Majestad el primer ananá cultivado en suelo inglés. Detrás del ansioso jardinero arrodillado se extiende un impactante jardín formal, con una de las suntuosas residencias del monarca como fondo. La compleja riqueza del paisaje, lleno de ocultos significantes, es una válida representación de la intensidad de Marvell, el hombre que intentó convencer a su amada de que se le entregara advirtiéndole que, de lo contrario, “los gusanos [probarían] / esa largamente preservada virginidad”.
“Quisiera ver lo que verán los que vivan cuando Montevideo tenga un millón de habitantes”, dicen que dijo el poeta Zorrilla de San Martín. Y, a la inversa, la visión de los que nos precedieron siempre resulta fascinante. En 1888, Edward Bellamy trató de imaginar cómo sería Estados Unidos en el año 2000. En Looking Backward 2000 – 1887, un aristócrata del Boston de fines del s. XIX entra en un sueño hipnótico y despierta en nuestra época. Será mi primera incursión en la ciencia ficción desde que leí unos cuentos de J. G. Ballard hace ya un par de años.
El último libro en la pila es el mío. Mío en el sentido de escrito por mí. Me gusta, cada tanto, releer mis propios libros. Por qué los poetas ingleses quieren morir en Italia, una colección de microtextos (poesía y prosa),ya se encuentra en La Licorne, La Lupa, Pasionaria y varias otras librerías de Montevideo. Obviamente, no me corresponde a mí reseñarlo. Por eso, simplemente constato su presencia en la pila.
La pila en ficha
• Un banderín más en el equipaje, de Martín Sica (Estuario, 2010)
• Fabril, de Horacio Cavallo (Trilce, 2010)
• Que las cosas fabriquen sus finales, de María Gravina (Estuario, 2010)
• Selected Letters (cartas escogidas), de Jane Austen (Oxford World’s Classics, 2004)
• The Complete Poems (poesía completa), de Andrew Marvell (Penguin Classics, 1996)
• Looking Backward [mirando hacia atrás] 2000 – 1887, de Edward Bellamy (Oxford World’s Classics, 2007)
• Por qué los poetas ingleses quieren morir en Italia, de Laura Chalar (En el aura del sauce, 2010)